Katalina lleva unas gafas de sol enormes en la cabeza, tiene el pelo recogido en un moño desenfadado, la nariz recta, los ojos verdes y una sonrisa que encandila a cualquiera. Arrastra su maleta y, señalando con el dedo, elige cuál será su próximo destino. Lleva muchos años viajando; ya no es esa jovenzuela que quería ver el mundo porque ya lo ha visto. Se ha perdido por las calles de Roma, ha amado en París, ha probado el famoso chocolate belga, ha visto canguros en Australia, casi puede sentir el aire en el pelo de su descapotable mientras atravesaba la Ruta 66, pero… le falta algo.
Icono de la elegancia y la sofisticación, adelantada a su tiempo, una “foodie” de los años 50 y una influencer sin saber qué significaba aquel palabro. Pero a Katalina le falta algo. Quiere dejar atrás las prisas de los aeropuertos, el hacer y deshacer las maletas; quiere pertenecer a algún lugar. Hace tiempo lo observa. Lo observa de reojo como quien no quiere la cosa.
Sueña con Rincón de la Victoria, en plena Costa del Sol. Se imagina sentada en un chiringuito frente al mar; el sol broncea su piel y cierra los ojos. Saborea los espetos, acompañados de un buen vino blanco fresco. Entonces, se despierta. Por un par de segundos se desilusiona. Quiere estar allí. Ese rincón tiene acento, agua salada y piel bronceada.
Katalina ya lleva un par de años viviendo junto al mar. Dice que su sonido favorito son las olas y el chisporroteo de los espetos al fuego. Ella, que aparte de todo es emprendedora, abre las puertas de su casa tal y como aquel lugar, años antes, se las había abierto a ella. Sus “arquitectos”, como ella llama a sus chefs, nos enseñan guiados por ella las mejores técnicas para tratar al género, para amarlo como se hace dentro de la Casa de Bendita Katalina.
¿Dónde se puede encontrar a la escurridiza Katalina? En su tierra, la brillante Costa del Sol, exactamente en Añoreta Golf. Un rincón muy especial de la Axarquía donde se fusiona lo terrenal con lo divino, el clima y el paisaje con mis vivencias personales reflejadas en cada una de mis propuestas gastronómicas. Porque uno no es de donde nace, es de donde pertenece su corazón.
Ahora ella ya no es viajera, se ha convertido en anfitriona y quiere que le cojas de la mano y te dejes llevar. Está preparando un viaje a través del paladar acompañado de la propuesta más exclusiva de champagnes, maridaje y la mejor coctelería de autor.
¡Ay, Katalina!… ¡Bendita Katalina!






